6 ago 2009

EL PELIGRO DE LA PILDORA DEL DÍA DESPUÉS

Se acaba de aprobar la venta sin receta médica a las personas mayores de 17 años la Píldora del Día Después, también llamada PDP, Plan B, o RU-486. Aunque la publicidad está dirigida a las adolescentes, la mayoría las compran los jóvenes para persuadir a las jóvenes. Desgraciadamente también hay padres con negligencia culpable que la compran para entregarlas a sus hijas menores de edad que son activas sexualmente. No voy a comentar las características técnicas de esta píldora abortiva recientemente aprobada, ni las de las otras píldoras similares. Tampoco las consecuencias médicas que produce su consumo. Hablar de eso les corresponde a los médicos, sacerdotes, pastores, rabinos o imanes. Si esta píldora no fuera abortiva no la recomendarían para tomarla después del acto sexual, como anticonceptiva, sino como abortiva por si se ha producido la fecundación del embrión, que ya haya creado un individuo con la identidad e información genética necesaria para su pleno desarrollo hasta convertirse en un adulto. El embrión constituido tras la fecundación, llamado cigoto, es un ser humano con carácter propio y específico antes de su implantación en el útero. Uno de los principios no negociables para la religión y para la Ley natural es: "La protección de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural” y esta píldora mata la vida humana que se acaba de formar, para eso la recomiendan. La píldora que es de muy bajo costo, también la entregan en muchos lugares gratuitamente a los jóvenes de ambos sexos junto a los preservativos: En clínicas comunitarias, organizaciones femeninas, grandes concentraciones de jóvenes como conciertos populares, salidas de discotecas, etc. Con esta permisividad se ha abierto todavía mucho más, la veda para aumentar la promiscuidad entre los adolescentes. Esa costumbre tan extendida en algunos segmentos de la sociedad de pedir a la pareja "dame una muestra de tu amor" y luego no te preocupes por nada, porque te tomas la píldora del día después y no te quedarás embarazada. O la otra versión de no te preocupes por tu posible responsabilidad paternal, porque cuando terminemos nuestras relaciones sexuales me tomo la píldora del día después. Así podremos hacer esto mismo tantas veces como queramos, sin temor al embarazo. Mientras exista la promiscuidad y el todo vale para alcanzar lo que cada uno quiere, no habrá preservativos, anticonceptivos o píldoras del día después que solucionen los graves problemas que originan esas actitudes. Los padres no se pueden quedar impasibles ni callados con estas medidas de repartir las píldoras sin receta médica o gratuitamente como los preservativos. Tienen que actuar rápidamente explicando y convenciendo a sus hijos de los graves problemas que acarrea su utilización. También explicándoles insistentemente las ventajas de practicar continuamente las virtudes y valores humanos para llevar una vida lo más lejana posible a las acechanzas de esta sociedad permisiva. Los padres tienen que luchar inteligentemente contra los mensajes que llevan las campañas publicitarias cuando dicen a los jóvenes que pueden tener la cantidad de relaciones sexuales que quieran y cuando quieran, porque las consecuencias de un posible embarazo serán cortadas inmediatamente por esta píldora abortiva. Es muy difícil medir la eficacia exacta contra los embarazos de las píldoras del día después, ya que cada mujer y sus circunstancias son muy diferentes. Los estudios técnicos hechos por los laboratorios que venden las píldoras estiman que estas hacen disminuir el riesgo de embarazo entre el 89% y el 95%, nunca lo disminuyen el 100%. Si por la toma de esa píldora se aumenta la cantidad del uso indebido del sexo y aumenta la promiscuidad, el resultado es catastrófico para los jóvenes que no sepan practicar la abstinencia sexual antes del matrimonio, así como para las personas que no mantengan la fidelidad conyugal que en su día se prometieron. Lo que esas campañas publicitarias no citan a los jóvenes son las consecuencias morales, religiosas ni médicas de quienes las toman o de quienes las ofrecen, pues además de que sus componentes químicos son excesivamente fuertes, las relaciones sexuales promiscuas conllevan un aumento muy considerable de las otras enfermedades sexuales relacionadas, como son el sida y las enfermedades venéreas. Nadie sabe cuál será el siguiente paso comercial y técnico de la industria del sexo, que siempre está apoyada y financiada por los gobiernos. El objetivo puede ser destruir a una gran parte de la juventud haciéndole ver que pueden hacer lo que quieran y que el papá gobierno o las empresas mediante precio, ya se encargarán de intentar solucionarles los problemas en los que se metan. Pero nadie va a solucionarles las secuelas que quedan para toda la vida después de los embarazos no deseados, los abortos, las enfermedades sexuales o las responsabilidades económicas, sociales y religiosas libremente asumidas. El siguiente paso es posible que sea el rebajar todavía más la edad de los 17 años para que los jóvenes puedan hacer lo que quieran y cuando quieran sin tenerlo ni siquiera que consultar con sus padres y sin que la autoridad legal les ponga reglas. De la misma forma que en la mayoría de los países la edad para el consentimiento de las actividades sexuales comienza a los 14 años y en algunos a los 13 años, posiblemente los legisladores con esta autorización de la píldora del día después han roto la barrera de los 18 años de la mayoría de edad para muchas cosas, y así podrán más fácilmente editar nuevas leyes que permitan comprar y utilizar la píldora del día siguiente a los jóvenes menores de 17 años. Después es mucho más fácil ir disminuyendo esa edad, hasta llegar a la edad del consentimiento. Nadie habla a las jóvenes que esas píldoras les van provocar unos peligrosos efectos secundarios en su ciclo hormonal. Solamente les cuentan lo de practicar el sexo cuando quieran sin el temor a quedarse embarazadas, pero sin decirles que juegan a la ruleta rusa con el cálculo de probabilidades del embarazo. Poco a poco se van introduciendo leyes que parecen que benefician a los derechos de las personas, pero lo que hacen es encadenar cada vez más a determinados segmentos de la población para que queden a merced de los poderes políticos y económicos. Muy pocas clínicas comunitarias u organizaciones femeninas que dan las píldoras del día después hablan a los jóvenes de las obligaciones que tienen con sus semejantes y las de mantener las leyes morales. Siempre les hablan de sus derechos, sin añadir que a cada derecho corresponde una obligación. Ahí es donde los padres tienen que poner énfasis en ser muy claros, para eso tienen que formarse bien y consultar con sus sacerdotes, pastores, rabinos o imanes. Ellos están muy bien preparados para resolver todas las preguntas que conlleva el hecho de haber puesto en las farmacias al alcance de los menores de edad la píldora del día después. El problema más grande no es el que esos jóvenes puedan comprar o recibir gratuitamente esta píldora abortiva, con o sin la aprobación de los padres, pues cuando un joven está decidido a utilizarla, es casi seguro que no les pediría una previa autorización a los padres. Sencillamente es porque esos jóvenes no están bien educados en las virtudes y valores humanos y piensa que puede hacer con su cuerpo lo que le dé la gana, como continuamente se lo dicen los medios de comunicación y los malos ejemplos de la sociedad. La juventud cada vez estará más polarizada entre ganadores y perdedores, entre los que estén bien formados moralmente, sepan dominar sus instintos y conozcan perfectamente las consecuencias de sus actos, y los que estén mal formados moralmente y decidan hacer lo que les parece conveniente, incluso sin medir las consecuencias. También en este aspecto habrá una sociedad de perdedores y otra de ganadores a los que se les ve su trayectoria desde los primeros años de sus vidas. Luego no vale echar la culpa al fatalismo ni a la pobreza, es un problema de falta de formación e información por parte de los padres y de los educadores. Uno de los grandes problemas de los adolescentes, cuya nombre quiere decir "que adolecen", es su cobardía para luchar contra la corriente de la sociedad permisiva. Solamente a través de la práctica continua de las virtudes y valores humanos podrán mantener la virtud de la abstinencia sexual hasta la época de entregar su cuerpo a la persona amada a través del matrimonio. Los adolescentes son las víctimas de la cobardía de los profesores porque no quieren meterse en líos con los alumnos, padres y administradores. Cobardía de los medios de comunicación porque ofrecen modelos de conducta aberrantes como ejemplos a seguir. Cobardía de los oficiales electos porque legislan en contra de la ley natural solamente para complacer a sus electores. Cobardía de los padres porque no quieren o no saben educar a sus hijos, incluso por no enfrentarse a ellos, a pesar de la autoridad irrenunciable que tienen. Principalmente los padres no pueden ser cobardes ante esta píldora del día después, tienen que ser muy valientes. No vale decir yo no sabía, a mí no me han dicho, etc. Tienen que enterarse de lo que supone para la juventud esta píldora del día después y los peligros que le va a originar a sus hijos. Después ya no sirven para nada las lamentaciones. Los padres se creen muchas cosas porque les conviene creérselas para no sentirse mal ante la irrenunciable obligación de educar bien a sus hijos.

PROTECCIÓN A LA MATERNIDAD Y AL NASCITURUS

Hace unos días, las Cortes Valencianas ha aprobado la ley de protección a la maternidad en donde, entre otras cosas, entiendo que se ha dado un salto cualitativo en la protección del nasciturus (aunque solo sea a los efectos de esa ley) superando la protección que del mismo hacía el Código Civil. El Código Civil, como el Derecho Romano, siempre ha protegido al nasciturus, pero sin otorga rle la consideración de persona hasta que nacía. La razón es tan sencilla como extraña hoy, con los actuales medios médicos: tenían miedo que naciera un monstruo. Hasta que no nacía, y se aseguraban que era un ser humano, no le consideraban persona. No obstante, había cosas que el Derecho no podía pasar por alto. ¿Qué sucedía si moría una persona, con tres hijos y otro en camino, en el momento de su muerte? Teóricamente, el concebido no podía heredar, porque no es persona en el momento de la muerte de su padre. Esto no era aceptado por nadie, y se estableció la posibilidad de considerarle heredero, eso sí, a la espera de que efectivamente naciera. Este fue el caso, digamos más paradigmático. Poco a poco, se fue extendiendo la protección del nasciturus a casos que nuestros antepasados ni siquiera se imaginaron. Por ejemplo, ¿qué sucede si una mujer embarazada trabaja en un ambiente cargado de tabaco y, como consecuencia de ello, sufre daños el feto? Teóricamente, como el feto no es persona, no podría pedir una indemnización por daños y perjuicios. ¿Cómo se va a causar daños a una cosa?, sería el argumento. Lo cual, por cierto, es la argumentación del aborto: no se mata a una persona, porque el feto es una cosa. El caso es que los Tribunales norteamericanos permitieron que la madre pidiera daños y perjuicios, una vez que el feto hubiese nacido. Y, es que, en definitiva, se piensa que, por mucho que se diga, el feto no es una mera cosa y merece protección. Habrá que estudiar con tranquilidad los cambios jurídicos necesarios para la consideración del feto como “alguien” y no como “algo”, pero mientras tanto, el Derecho civil ya le protege. Pues bien, la Generalitat Valenciana, a los efectos de la ley de Protección de la Maternidad, ha dado un paso adelante, un paso cualitativamente muy importante: la consideración del nasciturus como persona. Lo hace en una ley con una fuerte carga simbólica: es una norma que protege a la madre y protege al hijo por nacer. No es nueva esta protección: ya lo hizo en la ley de protección integral de la infancia y de la adolescencia de 2008, donde ya se protegía “el derecho a la vida en formación”. Por otro lado, esta ley es fruto de la conjunción del poder legislativo con la iniciativa popular. Nace como fruto de una iniciativa legislativa popular promovida por más de 80.000 valencianos y valencianas. Es una ley, por tanto, de claro y rotundo apoyo popular. Dos artículos me interesan mostrar de esta ley. Son el 21 y el 22. El primero se refiere a las ayudas sociales de la Generalitat y donde se establece que en las convocatorias de ayudas que efectúe la Generalitat deberá considerarse como circunstancia prioritaria el que algunas de las beneficiarias sea mujer gestante, siempre que las destinatarias de esas ayudas sean personas físicas o familias. Y a los efectos de la ley, se computará que la unidad familiar de la que forme parte la mujer embarazada está integrada por uno o más miembros adicionales desde el momento de la fecundación, dependiendo del número de hijos que espere, siempre que de la aplicación de esta fórmula se obtenga un mayor beneficio. En cuanto al art. 22, sobre escolarización de los hijos de la madre gestante, se nos dice que en los procesos de admisión de alumnos de centros docentes no universitarios mantenidos con fondos públicos, los alumnos cuya madre se encuentre en estado de gestación, se beneficiarán de una puntuación idéntica a la que obtendrían si ya hubiera nacido su nuevo hermano o hermanos, en el caso de gestación múltiple. Son casos, como se ve, en que al nasciturus se le “cuenta”. No es “algo”: es “alguien”. Luis Martínez Vázquez de Castro, Catedrático de Derecho civil de la UJI

¿SE PUEDE MATAR A UNO PARA SALVAR A OTRO?

La clonación humana se mueve en el terreno de la Biotecnología. Esto desata una vehemente discusión acerca de la legitimidad de las intervenciones sobre seres humanos. A continuación, transcribimos una conversación con Robert Spaemann[1], uno de los más destacados defensores de la vida, conducida por Susanne Kummer, publicada en el periódico austríaco "Die Furche" y traducida del alemán por el profesor José María Barrio Maestre
En la discusión sobre la clonación terapéutica entra en juego la ponderación de los respectivos bienes. ¿Es defendible, desde el punto de vista ético, matar embriones a cuenta de la posible curación de enfermedades?
Todas nuestras acciones están sujetas a la ponderación de los bienes en juego. Pero ciertas omisiones son indispensables porque hay acciones que nunca deben ser realizadas. Si alguien me cuenta, por ejemplo, de un campo de concentración en el que se tortura, entonces ya no tengo que preguntar quién es torturado y por qué motivo, sino que puedo decir sin más que eso que ha sucedido es malo. Si afirmamos que los embriones son seres humanos, entonces está claro que no puede haber motivo alguno para intervenir sobre ellos empleándolos como objetos auxiliares para otros hombres. Sin embargo, hay quien asevera que no puede atribuirse al embrión la dignidad humana.
¿Qué autoriza a atribuir el carácter espiritual al embrión, y con ello considerarle acreedor de la dignidad humana?
La experiencia de que cada hombre ha empezado de esa manera. Si el mundo sólo estuviera compuesto, por una parte, de hombres adultos que nunca fueron embriones y, por otra, de embriones que nunca crecerán, entonces podríamos afirmar: cabe prescindir de los embriones. Salta a la vista que carecen en sí mismos de la aptitud para desarrollar un ser inteligente. Pero esto sin duda no es así. Desde nuestro comienzo biológico ya somos seres espirituales. Todo hombre dice: he nacido en tal o cual fecha. Y la madre habla al hijo de lo que le ocurría “cuando tú pataleabas en mi vientre”. Para quienes sólo reconocen el ser personal a partir del comienzo de la actividad autoconsciente, este modo de expresarse resultaría completamente equívoco. Ellos deberían decir: “en aquel momento nació un organismo que más tarde llegaría a ser el sustrato de una autoconciencia, a saber, de la mía”. La propia formulación nos muestra lo artificial que resulta la disección de cuerpo y alma. Es como si primero hubiera una máquina carente de espíritu en la que éste se introduce en un momento dado.
Vd. ha discutido duramente la tesis del ex-ministro alemán de Cultura Nida-Rümelin, para quien la dignidad de la persona humana está asociada a su capacidad de autoestima…
Si así fuera, tal como argumenta el Sr. Nida-Rümelin, habría que concluir que el hombre, aunque haya nacido, todavía no posee ningún derecho humano, ya que en el momento de nacer carece de autoconciencia y no es capaz de autoestima alguna. Cabría incluso matar a niños de un año. Algunos han propuesto tomar como límite el momento del nacimiento. Mi objeción es la siguiente: ¿qué sucede entonces con un parto prematuro? ¿No merece ser protegido en el seno materno un niño de siete meses? En ese caso, el lugar más peligroso para el ser humano sería el seno materno, y sólo cabría desear que en lo posible todos vengamos al mundo mediante un parto prematuro. Esto es perverso.
Todavía está prohibido el diagnóstico preimplantatorio, pero se está abogando por él. ¿Existe algún derecho a tener un hijo sano?
Existe el justo deseo de tener un hijo sano, pero derecho propiamente no hay. Aquí se emplea un lenguaje torticero. “Derecho a un hijo sano” es una fórmula sugestiva con la que se discurre como si existiera la posibilidad de convertir en sano a un niño enfermo. En principio esto suena fantástico, pero en realidad la cuestión es completamente otra: ¿está permitido matar a un niño enfermo para tener uno sano? Naturalmente, este derecho no existe.
Muchos argumentan que la praxis del aborto elimina de facto la protección al embrión, de suerte que ya no es necesario apelar a ella. ¿Cómo juzga Vd. esta línea argumental? En una sentencia todavía en vigor, el derecho constitucional alemán ha establecido que la vida humana debe ser protegida desde el primer momento de la concepción. En todo caso, en lo que se refiere a lo que el Tribunal Constitucional desarrolla en torno a las disposiciones jurídicas relativas al aborto, hoy ya no puede darse una seguridad completa. Hoerster ha señalado, con razón, esta contradicción. Sin embargo, a mi juicio es inadmisible apelar a dicha contradicción para concluir que se debe renunciar a la primera premisa, es decir, la que se refiere a la protección de la vida, puesto que las disposiciones legales más recientes no están en consonancia con ella. ¿No será precisamente al revés? No es falso el principio de la protección a la vida, sino justamente las regulaciones legales posteriores.
¿Acaso no está el médico en peligro de entrar en un dilema moral si se opone a determinadas terapias?
La cuestión de hoy es la siguiente: ¿cómo entienden los médicos su propio trabajo? ¿Continúan firmemente sujetos a la ética médica tradicional según la cual deben ayudar a promover la vida, y no a destruirla? Hablar de dilema induce a error. No se trata de si el médico puede ser culpable o no. No hay ninguna culpabilidad necesaria. Si yo no presto una ayuda que no puedo prestar, entonces no soy culpable. Si yo sólo puedo ayudar a un hombre matando a otro, desde luego no puedo ayudarle. No soy culpable si no lo hago. No soy alguien como Dios, que pueda responder de todo.
¿Existen en su opinión omisiones necesarias?
Sí. En la historia de la ética europea, ya desde los griegos existe la convicción de que al hombre no le está permitido hacer ciertas cosas; de que hay acciones que no admiten deliberación. Esto siempre nos lleva a aquella sencilla fórmula: el fin no justifica los medios. Nos hemos hecho a un concepto hipertrofiado de la responsabilidad, como si alguien pudiera ser responsable de todo lo que sucede. Esto no es cierto. Sólo somos responsables de lo malo que nosotros mismos hemos hecho, o de lo que nosotros hubiéramos podido impedir con medios lícitos.
La llamada a la ética hoy es más sonora que nunca. Sin embargo, no pocos piensan que la ética va renqueando, o en todo caso que mira siempre hacia atrás en vez de ir por delante…
Pienso que esa demanda de ética es incluso peligrosa. En realidad, se trata de una llamada a los especialistas en ética. Éstos deben decir hasta dónde se puede llegar. A mi juicio se ha producido una cierta perversión de lo que entendemos por ética. El ethos es algo que impregna y sostiene al hombre, lo que mantiene una comunidad humana. El ethos no se puede construir. Me parecen sin sentido fórmulas como, por ejemplo, la empleada por Hans Küng: “proyecto de ética mundial” (Projekt Weltethos). El ethos no puede ser un proyecto, puesto que se necesita para poder elaborar cualquier proyecto. El problema ante el que hoy nos enfrentamos estriba en que el ethos tradicional se compone de normas de actuación que, a la vista de las nuevas situaciones, no parece que se puedan sostener. En tales casos hay que volver a las intuiciones fundamentales que sirven de base a nuestra actuación. No necesitamos un nuevo ethos, sino nuevas normas de aplicación de aquel que siempre nos ha servido para saber lo que era bueno o malo. No necesitamos médicos y expertos en moral; lo que hace falta es que haya médicos con moralidad.
¿Está Vd. entonces en contra de la bioética como rama especial de la ética?
La bioética no puede ser algo diferente que la aplicación de las intuiciones éticas fundamentales a situaciones cada vez más complejas. En esto, desde luego, hace falta gente especialista. Pero es importante no equivocarnos aquí: sólo porque haya gente que se ocupa de bioética no quiere decir que puedan saberlo todo. Si parten de un supuesto falso, obtendrán conclusiones igualmente falsas.
¿Qué recomendaciones daría Vd. al legislador?
Hay reglas muy sencillas. El legislador debe atenerse al principio fundamental de que no se debe matar seres humanos al comienzo de su existencia con el fin de que otros seres humanos puedan vivir mejor. El argumento de que al fin y al cabo esto ya pasa en el extranjero está muy gastado. Del hecho de que realmente lo malo suceda no puede inferirse que nosotros también tengamos que hacerlo. La dignidad humana no constituye el mal como imposible sino como injusto. Por otra parte, el legislador debería impedir de manera estricta toda iniciativa de programar la identidad de las generaciones futuras. * * * [1] Robert Spaemann es profesor emérito de la Universidad de Munich. Ha sido profesor visitante en las Universidades de Río de Janeiro, Salzburgo, París (La Sorbona), Berlín, Hamburgo, Zurich o Moscú. También se le ha galardonado con diversas distinciones: doctor honoris causa por las Universidades de Friburgo (Suiza), Santiago de Chile, Universidad Católica de América y Universidad de Navarra. Ha recibido también la Medalla Tomás Moro (1982) y la Cruz del Mérito de Alemania (1ª clase, 1987). Asimismo, es "Officier de L"Ordre des Palmes Academiques" (1988), miembro fundador de la Academia Europea de las Ciencias y de las Artes y miembro de la Academia Pontificia Pro Vita en Roma. Su obra está principalmente dedicada al ámbito de la filosofía práctica. Destacan sus escritos Crítica de las utopías políticas (1977, 1980), Ética: Cuestiones fundamentales (1987), Lo natural y lo racional: Ensayos de antropología (1987, 1989), Felicidad y benevolencia (1991) y Personas: Acerca de la distinción entre algo y alguien.